Y se apaga el semáforo rojo lo que da la salida a una nueva
temporada de triatlón. Bermeo es el inicio de tan deseada droga. Como me pasa
casi todos los años al inicio, tengo que repasar mentalmente todo lo que tengo
que meter en la bolsa, porque siempre pienso que se me va a olvidar algo. La
meteorología nos indica que va a haber cielos despejados con viento, y
temperatura de unos 17º grados, perfecto (salvo el viento).
Llegamos la familia telerín,
con una hora y media de antelación, el pueblo esta petao, me acuerdo yo hace 2
años que aparqué al lado de la salida con apenas 200 inscritos, y hoy más de
400 en línea de salida, y dejando el coche casi en el pueblo de al lado.
Foto Aita |
Viendo
como está la cosa, decido meter la bici bastante más pronto de lo habitual, lo
cual es un acierto con la masificación que se está reuniendo y compruebo el
poco espacio que hay para cada uno, mismo espacio para más gente, mal asunto…
Nuevos compañeros del equipo a los lados del box (que por cierto, este año se
han puesto a lo pro, teniendo que dejar las cosas en una cestita, jeje) que he
ido conociendo más adelante. El sol está pegando y no me decido a ponerme
entero el neopreno, aprovecho la salida femenina para tal menester. Por fin una
salida digna en este triatlón, porque en años precedentes habían sido un auténtico
caos.
En estas que toca la hora de meterse al agua, unos 12º o por
ahí, los primeros que se quejan son los pies, y al pegar las primeras brazadas
la cara se me queda congelada, por suerte, a base de nadar un poco se va
pasando la sensación. Me coloco en segunda fila sobre la mitad del gran grupo y
escucho el primer comentario digno de reseñar. Uno que hay en primerísima fila
diciendo “que los que vayan a nadar rápido pasen para adelante, buff menudas
ostias me van a dar”. Pues gilipollas, como se va a poner si estas tú, en fin…
Después de los típicos échense para atrás y vocerío, se da
la salida. Salgo unos 50 metros sin poder meter la cabeza al agua de la gente
que ahí, se forma un embudo increíble, y soy incapaz de avanzar, mala elección
del sitio. Ya desde el inicio veo que voy a tener una natación complicada,
primer golpe en las gafas, por suerte no me entra mucha agua y puedo continuar.
Me duelen los brazos, no nado a gusto y me agobio mogollón. Entre este calvario
llegamos a la primera boya, para que decir más, nuevo embudo, unos que no giran
y siguen recto, otros que se cruzan demasiado y yo mismo que no se ni para dónde
tirar, de nuevo me pasa el séptimo de caballería por donde quieren. Segunda
boya, giro a la izquierda y a rezar para que llegue cuanto antes el final de
esta desastrosa natación.
Por fin me dirijo a la rampa de salida, sin fuerzas me pongo
de pies, no sé si quitarme las gafas, el neopreno o tirarme al suelo para
besarlo, descarto esta última opción por no quedar bonito, jeje. Me quito las
gafas y me intento bajar el neopreno, lo cual me resulta imposible, voy andando
y después de muchos intentos consigo bajarme la cremallera, pero el dichoso
velcro no se despega y no me lo puedo bajar. Pelín antes de entrar a los boxes
consigo mi propósito, estoy mareado e intento coger aire mientras busco mi
bici.
La transición me la tomo con mucha calma, saco el neo, lo
tiro a la cesta e incluso me dejo preparadas las zapas de correr encima de este,
para que no se mojen. Poco a poco se me va pasando la tontería y después de
centrarme en el siguiente paso (la inactividad en competición te hace olvidar
las transiciones) salgo con la bici hacia el segundo sector. A la hora de cruzar
la línea que permite la subida a ésta, decido no dar el salto y me monto a la
bici con precaución, para no ver el suelo, entre tanto, oigo a mi hermana que
me anima, así que adelante con las 2 ruedas.
Foto Rakel |
Le tengo un poco de miedo al comienzo,
son rampas durillas de subida y en otras ocasiones he sufrido mucho esos
primeros metros. El primer repecho, lo hago incluso rebasando a algunos
corredores, las piernas aunque se quejan parece que están aguantando el tirón,
el viento a favor ayuda también a ello, me engancho a algún corredor que me
pasa, es importante no perder el grupo, en este tipo de circuito es vital. Los
toboganes de subida y bajada son continuos, y como es habitual el poco
entendimiento de los componentes del grupo formado hace que se generen parones
y tirones. Los pocos relevos que se están dando los estamos haciendo otro chico
y yo, echo una mirada para atrás para ver cuantos estamos y decido tomarme las
cosas con más calma, porque lo más normal es no poder escaparte ni que te
desenganchen. Mi cuentakilómetros parece que se ha tomado el día de fiesta, no
me marca nada, por suerte conozco más o menos como va a ser el recorrido. A la
llegada a la rotonda de vuelta se ven los grupos que se han ido formando por
delante, y al rebasarla veo los que hay por detrás, con un poco de suerte
llegamos la grupeta completa. En un par de ocasiones veo que alguno tira
intentando escapar, y salto con él para probar suerte, pero imposible, así que
a rodar con el pelotón (que en ocasiones está siendo peligroso) hasta llegar a
Bermeo, porque creo que en carrera les puedo dejar.
Foto Rakel |
Llegada a la T2, me intento colocar un poco adelante, porque
la entrada entre los adoquines del pueblo es estrecha y peligrosa. Aun yendo
bastante bien colocado y ya solo con un pie en el pedal, el que está delante se
cruza justo a la hora de bajarse, con lo que paro haciendo un invertido al más
puro estilo motero, por lo menos no me he caído, no tiene la misma suerte una
de las botas, que se ha suicidado al salirse del pedal.
En el pasillo de acceso me cuelo entre un par de triatletas,
así que 2 menos, dejo la bici me calzo las zapatillas y a dar lo que quede.
Foto Aita |
Foto Rakel |
Bonito triatlón acompañado de buen tiempo y con masaje final
de regalo.
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